Luego del movimiento militar encabezado por Juan Carlos Onganía que terminó con la presidencia de Arturo Illia en Junio de 1966, la dictadura que se autodenominó Revolución Argentina instaló un régimen autoritario que, entre sus tareas se propuso «racionalizar» y «modernizar» el estado de la economía argentina. El resultado derivó en la instauración de un sistema que se apoyó sobre un sector de la economía que se presentaba como el único dominante, competitivo, dinámico y con grandes beneficios para los capitales extranjeros. Así, los grandes ganadores fueron los empresarios industriales y financieros que acrecentaron sus ingresos en detrimento del de los asalariados y los pequeños productores agrarios. Para los sectores medios y bajos, la realidad se hizo cuesta arriba. Se ideó un plan político y económico que estableció rigurosos controles salariales, restricción fiscal, reducción del crédito. Se devaluó el peso, se prohibió toda actividad política, se terminaron las negociaciones colectivas y, por supuesto, se eliminó el derecho a huelga.
Contra ese régimen estallaron los trabajadores cordobeses en Mayo de 1969.
Todo comenzó (a explotar) siendo un planteo gremial ante el fuerte descontento con la política general y, puntualmente, con la aplicación de una ley que unificaba la jornada laboral en 48 horas semanales, la eliminación del «sábado ingles» en cinco provincias, entre las cuales estaba Córdoba.
El 29 de mayo de 1969, la clase trabajadora cordobesa y algunos sectores universitarios encabezaron una huelga general activa de 36 horas, con movilización y concentración. Para las 12,30 de ese 29 una fuerte batalla campal había ganado la escena. Los trabajadores, a los que se les habían unido estudiantes y algunos comerciantes y vecinos, hacían retroceder y huir a la caballería de la policía que reprimía ferozmente a los manifestantes en las inmediaciones de la plaza Vélez Sarsfield. Allí cerca cae la primera víctima fatal: el obrero de IKA-Renault Máximo Mena.
Al conocerse la noticia, el estallido social se hizo entonces generalizado. En todos los sectores de la ciudad, los manifestantes enfrentaban a las fuerzas de seguridad que tenían la orden de terminar con el conflicto como sea. Onganía estaba nervioso. Sabía que una pueblada de tales dimensiones atentaban directamente sobre sus intenciones de quedarse al menos «20 años en el poder». Además, lo debilitaba hacia adentro de las Fuerzas Armadas y empañaba su legitimidad ante los empresarios nacionales y extranjeros, que constituían la columna vertebral de su proyecto.
Al caer la noche, el Ejército logró desalojar el centro. Se allanaron las sedes de los sindicatos y la CGT de los Argentinos, se produjeron numerosos arrestos y se pusieron en marcha los Consejos de Guerra. El saldo final fue trágico. Más de 16 muertos, cientos de heridos y detenidos. La dictadura condenó a los principales dirigentes cordobeses a prisión. Jorge Canelles fue condenado a 10 años de cárcel, Agustín Tosco a 8, Elpidio Torres a 7 y Tomás Di Toffino a 4. Los condenados fueron a parar a las instalaciones militares de La Pampa y Trelew. El clima de insurrección se instaló en todo el país. Las manifestaciones populares y las revueltas se extendieron por las provincias argentinas. Los militares dispusieron que Onganía sea reemplazado en Junio del 70.
«El saldo del Cordobazo es trágico» dijo Agustín Tosco. «Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás. En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares, ya no se apagará jamás. En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo, partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre nuestras espaldas. Años de prisión que se convierten en poco menos de siete meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo, especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur, para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su compañero y su hermano«.