Martin, Gonzalo y Marcos son hermanos. Tobías y Fernando, sus sobrinos. Desde hace más de una década se convirtieron en decidores con asiento popular en Villa El Libertador, en el sur de la Ciudad de Córdoba. La Cruza se llama esa musa que les permite presentar sus canciones que se asientan sobre recorrido musical amplio que arranca en la chacarera santiagueña y puede terminar en el funk o la cumbia. Sobre esa base, se desandan las historias que tienen como protagonistas a los hombres y mujeres que patean los caminos como ellos, que persiguen los mismos sueños que andan las mismas calles. Ellos les dicen «los nuestros».
«Los nuestros no son los de nosotros» dice Martín Mamonde. «No es lo mismo», aclara. «Nosotros tenemos una representante en todo esto que es La Cruza. Una mina militante, compañera, bohemia, que es la novia de todos pero no se casa con ninguno. Nosotros laburamos para ella, nosotros hacemos musiquita para ella. Escribimos, conversamos y militamos pero siempre bajo la mirada de ella. Y ella nos dice si le gusta o no le gusta. Los nuestros son esos. Los que se levantan temprano, los que piensan en el otro, los que te caen a tu casa con una birra en la mano para ver si te hace falta algo. Los militantes de cualquier partido político de todos los que hemos visto pasar durante nuestra vida en un barrio tan grande como Villa El Libertador. Y los que no también. Nosotros hemos sentido la presencia de los nuestros todo el tiempo a lo largo de nuestras vidas. Sin ir más lejos, yo tengo el primer acercamiento a una guitarra a partir de un profe que se llama David y que iba a dar clases a la villa y me llevó a una apertura distinta. Ahí están las pequeñas revoluciones de toda esta historia y ahí están los nuestros. Esos son«.
C.C.: ¿Y cómo es esta película con esos «nuestros» como protagonistas?
M.M.: “La Película de los nuestros” esta llenó de canciones que no nos hubiese gustado escribir. Es una tragedia. Nosotros quisiéramos escribir sobre otras cosas, pero la canción te lleva a eso. El presente de una Córdoba que está prendida fuego por dónde la mires, te lleva a eso. La Argentina tambalea día a día y si no fuera por la música, por algunos espacios que se conservan y por el abrazo de una compañera o un compañero, todo sería un infierno. Pero si uno busca, encuentra. Miramos para atrás y nos encontramos con historias como la de Marta Juana Gonzalez (que aparece como protagonista de uno de los temas centrales del disco) que hacen tener esperanzas. Si ellos pudieron resistir y sacar una sonrisa en una época tan oscura como lo fue la de la dictadura, nosotros tenemos que abrigarnos un poco para cuidarnos de la gripe y salir a caminar la calle.
La primera obra de La Cruza se llamó “Central Rojo” y fue un disco dedicado al barrio y a las luchas sociales que en él habitan. Con “La película de los nuestros” se propusieron abrir el horizonte. «Empezamos a trabajar relatos sobre otras personas que no viven en el barrio y, de alguna manera, cruzar la frontera de Villa El Libertador y expandirnos«.
C.C.: Porque, además, las canciones se convierten en universales. Incluso aquellas que nacieron pensadas desde un lugar tan concreto como el barrio.
L.C.: Nos han dividido por lengua y por idiomas pero hay un lenguaje universal que es la música en el que podemos decirnos de todo, todo el tiempo. Lo importante es el arte. Porque eso nos va a salvar. La canción es urgente. Uno a veces no se da cuenta de lo necesaria que es. Muchas veces se dice, nosotros nos cansamos de escucharlo siempre, que el horizonte es “salir de pobres”. ¿Qué es eso? Tener plata. ¿Y después? Tener una casa. ¿Y después? Tener un hijo. Y ese hijo te sale como Mauricio Macri. Entonces el problema real no es la pobreza y la riqueza, el problema real pasa por la cultura. Mientras nosotros tengamos eso vamos a estar arraigados. Y ahí vamos a poder sembrar esperanza y mirar para delante de un modo más alentador. Cuando la canción se hace fuerte, no importa el idioma, ni el género ni nada, importa el entusiasmo. Eso te libera.