
El último libro de Marcelo Figueras es un joyita. En principio porque cuesta mucho dejar de leerlo, pero también porque el personaje de esta novela tiene como personaje protagónico a Rodolfo Walsh. Si, si, el propio Walsh, es el protagonista de El negro corazón del crimen (Editorial Alfaguara), la novela que se circunscribe al momento en que Walsh comienza a investigar los fusilamientos de José León Suárez.
“La figura de Walsh para mi es algo que me ha marcado personalmente –dice Figueras y continúa-, desde principios de la década del 80, sobre el fin de la dictadura y el comienzo de la democracia. Fue en ese momento cuando pude ponerme, finalmente, en contacto con su literatura, con sus libros, con su obra periodística. Me maravilló desde entonces.”
Cultura Canibal: ¿Cómo te adentraste al mundo Walsh?
Marcelo Figueras: La memoria es muy particular, a veces atesora cosas que son realmente significativas para uno. Yo recuerdo un artículo de Horacio Verbitzky en aquella revista que se llamó El Periodista de Buenos Aires, que era la revista que publicaba editorial La Urraca, la misma de la Revista Humor. En ese texto Verbitzky presentaba magníficamente la figura de Walsh, que como te imaginaras para los que habíamos sido adolescentes en dictadura era básicamente un nombre sólo susurrado. Walsh era un fantasma, el autor de los libros que no podíamos leer. Me fascinó lo que Horacio contaba sobre el personaje y me movilizó lo que contaba sobre como el personaje siendo todo lo que era: ese periodista magnifico y militante, era un obsesivo del estilo a la hora de narrar ya fuese como periodista o como escritor formal. Siempre fue una sombra que mantuve muy cerca y creo que recién ahora al meterme en el libro entendí por qué. Yo sentía que era muy importante para mí sin entenderlo demasiado. Supongo que tenía que ver con el hecho que resolvía un dilema que para mí había sido muy serio durante muchos años.
«Para los que habíamos sido adolescentes en dictadura, Walsh era básicamente un nombre sólo susurrado, un fantasma.»
C.C.: ¿Cuál es ese dilema?
M.F.: Yo habia crecido, como muchos, ahogado bajo el peso de esa lapida de la tradición literaria argentina, sobretodo borgeana, lo que la academia nos ha vendido como gran literatura –que lo es-, pero que a mí, si bien admiraba a esos escritores, no me conmovían. Yo pensaba: «me encantaría poder escribir como ellos, pero no pensar como ellos». Walsh resolvía, de alguna forma, este dilema. Tenía un estilo maravilloso, que podía competir con el Borges de los cuentos y al mismo tiempo utilizaba en su estilo maravilloso de escritor para hablar de cosas que importaban, para hablar de lo que había que hablar. Los que crecimos pensando que literatura era sólo escribir bellamente y darle la espalda al mundo y quedarse encerrado en la biblioteca, Walsh era totalmente lo otro. Walsh escribía bellamente, pero al servicio de lo que valía la pena.
C.C.: ¿Cómo fue el trabajo de investigación para armar la vida de Walsh por esa época?
M.F.: Para la investigación hablé, por ejemplo, con Horacio Verbitzky y mucha otra gente que lo ha conocido a Walsh, en una investigación periodística propiamente dicha. Pero creo que el mapa más claro me lo dieron los mismos textos de Walsh, sobretodo en la transformación que se evidencia en su obra si la seguís cronológicamente. La diferencia que hay entre el escritor de “Variaciones en rojo”, estos cuentos policiales que fueron su primer libro formal, que eran muy tributarios al policial clásico inglés y de los ejercicios casi irónicos que hacían Borges y Bioy Casares cuando jugaban con Isidro Parodi. Si lees el periodismo que él hacía en aquel momento era una cosa como muy engolada, como de un tipo queriendo mostrar “miren que bien que escribo, cuantas palabras domino, que estructuras complicadas puedo presentar”. Operación Masacre significa un corte feroz. Cuando lees Operación Masacre te da la sensación de que todos esos libros fueron escritos por personas diferentes, son estilos muy diferentes. Operación Masacre, los Fusilamientos de José León Suárez en realidad, le cambian la vida a Walsh en todo sentido. Es ahí cuando se termina separando de su mujer, cambió de ideas políticas completamente y sobre todo cambió de estilo, se convirtió en otro escritor. Yo creo que cambió básicamente porque se conmovió con las víctimas de los fusilamientos, que por otro lado no podían ser más distintas que él. Todavía este Walsh de 29 años era muy gorila, como en general la clase media de aspiraciones intelectuales de la época. Las víctimas en general eran pobretes peronistas, que habían tenido una militancia muy mínima e iban a la cárcel, por ejemplo, por repartir volantes. Walsh se conmueve y deja entrar la emoción y la realidad a su literatura, algo que hasta ese entonces no estaba, porque si lees “Variaciones en rojo” son cuentos en los cuales, básicamente no hay personajes o los personajes no tienen espesor humano, son como números o como piezas de ajedrez en un tablero que están puestas ahí para desarrollar las estrategias del escritor. En las líneas de Operación Masacre, en cambio, ya hay un escritor magnifico que ya no necesita demostrar lo mucho que sabe o lo bien que puede escribir, sino que lo único que necesita es servir a la historia que quiere contar de la mejor manera posible y para contarla tiene que hacer que sus personajes cobren vida. Él le da a esos pobretes peronistas una dimensión trágica que todos los que hemos leído esas páginas no nos hemos olvidado nunca.
C.C.: El personaje de Enriqueta Muñiz, que acompaña a Walsh en todo el proceso, y la relación de ambos es algo que llama la atención en el libro, ¿cómo llegaste a ella y cómo llegaste a ponerla en ese lugar del proyecto Operación Masacre?
M.F.: Por un lado llegue a ella como todos los que leímos la versión de Operación Masacre precedida por el último de los prólogos. Ahí mismo Walsh empieza a ensayar una especia de pequeño making of de la historia contando que fue lo que le pasó el 9 de junio de 1956, dónde estaba. Él estaba en La Plata, jugando al ajedrez en un bar y cuenta que le costó volver a su casa porque él vivía a la vuelta de una comisaría o regimiento dónde había una balacera porque los rebeldes estaban tratando de copar. Después de eso, el termina hablando de Enriqueta, a quien le ha dedicado todas las ediciones del libro, hablando de los fundamental que había sido para él y sobretodo poniéndolo en primera persona del plural. Walsh está diciendo que la investigación del libro fue de a dos. En algún sentido Enriqueta fue co-protagonista oculta. Supongo que fue oculta, primero porque era una nena de 22 años, porque era mujer y porque era española de origen. O sea, una chica española de 22 años en 1956 intentando abrirse paso en un medio periodístico, que si hoy es machista, imagínense entonces. Creo que de alguna forma Walsh intentó cubrirla en la escritura de lo que podían ser las consecuencias políticas del libro. Pero al mismo tiempo hizo todo para decir “ella es tan responsable como yo de todo lo bueno que puede tener este libro”. Hubo una relación entre ellos en el medio de esto. Investigaron juntos, de repente pasar a la clandestinidad, vivir con otro nombre, andar armado por la calle porque sabía que lo podían agarrar en cualquier momento. Entonces en esta situación de fuga y clandestinidad hubo una relación entre ellos que mantuvieron oculta durante décadas. Walsh estaba casado formalmente con Elina Tejerina, una mina muy piola y muy fuerte, madre de sus hijas y en la década del 50 dejar la casa para irse con otra mujer no estaba bien visto. Por eso la relación con Enriqueta se mantuvo oculta. La relación entre Walsh y Enriqueta terminó, prácticamente, con la salida del libro y lo mantuvieron tan oculto que Horacio Verbitzky me contó que habiendo sido Horacio amigo y compañero de Walsh en los últimos años de su vida y habiendo trabajado también con Enriqueta, ninguno de los dos le había contado nunca que esto había ocurrido. Sobre el final de su vida Enriqueta confirmó que la relación había existido y que Walsh fue el hombre de su vida.
C.C.: ¿Crees que Operación Masacre se ha leído tanto como merece ser leído?
M.F.: Yo creo que como toda obra genial, debería haber sido leída mucho más. Lo que más me apena, es que debería ser leída, no sólo acá, sino fuera de los límites de Argentina. Walsh tiene mérito, a pesar de no haber podido desarrollar una gran obra literaria, para ser considerado en América Latina como un escritor de la dimensión de los García Márquez, los Rulfo, los Vargas Llosa, de los grandes nombres de la literatura de nuestro sub-continente. Sin embargo no lo es, se ha mantenido medio escondido, no se ha trabajado en su historia para difundirla, lo cual sería justo. No pierdo las esperanzas de que, aunque tarde, así sea.