Micaela Vita se mueve como una chamana en trance en el escenario. Juan Saraco agita una Fender Telecaster, lanzando los yeites y riffs que visten las canciones de Duratierra. La audiencia hipnotizada participa con sus brazos en alto y coreando cada una de sus canciones: chacareras, zambas y algún ritmo afroperuano, que tienen como motor esa guitarra que hicieron tan popular, leyendas rockeras como Keith Richards o Bruce Springsteen. La percusión de Nicolás Arroyo, el bajo de Tomas Pagano y las teclas de Matias Zapata arman el colchón ideal para esa fiesta rítmica y exorcizante. El público delira.
Duratierra tiene 13 años girando y dos discos. En el último tiempo ha solidificado una relación sorprendente con el público cordobés, una de las plazas que más fuerte recepción ha tenido con la banda. “La verdad es que nos encanta tocar en Córdoba, ha pasado algo con el público que nos pone muy contentos, hay como una comunión, como si fuera algo tribal”, dice Micaela Vita. Es que el espíritu antropofágico de la banda sumada a las relaciones que han conformado con músicos locales (Raly Barrionuevo, Mery Murúa, Caro Merlo, José Luis Aguirre, Ramiro González, los Toch y la Negra Marta, por ejemplo), les permitieron sumar y captar un público que los sigue cada vez que vienen por estos lados. Desde la salida de Cría, a comienzos de 2017, la banda ha tocado 3 veces en la ciudad, 2 veces en Cósquin (una en el festival) y otra en Mina Clavero. Los seguidores muestran complicidad y fidelidad, y quienes los ven por primera vez quedan sorprendidos por el virtuosismo, la entrega y la calidez que propone la banda.
Los recitales de Duratierra también son un punto de encuentro, de miradas solidarias. Artistas y público son secuaces en un ritual exorcizante que mezcla tradición musical con modernidad. Allí lo caníbal, allí la apuesta. En los recitales, uno siente que aquel desconocido que está al lado es un compañero y eso es tan necesario en estos tiempos de fría desazón política, social y cultural.
El 2017 fue un año bisagra para la banda que ya está trabajando en un cuarto disco. Tocaron sus canciones con orquesta en el CCK, llegaron a Cosquín y conquistaron públicos de diferentes regiones del país. En Córdoba ya son casi locales. «Cría», su tercer disco, fue elegido por diferentes medios especializados como uno de los discos del año pasado. Y eso no es menor para un disco trabajado, moldeado al calor de una apuesta estética y ética que marca el rumbo de un viaje basado en la diversidad sonora y el cuidado de lo que se quiere decir. El disco propone un viaje. Un buen viaje. “Llegan las canciones viejas, llenas de canciones nuevas”, dice la canción «Saravá», que se anima además a marcar un rumbo para los cantores y autores de esta generación. En Duratierra hay una apuesta por la construcción de cánones futuros y presentes con los pies bien puestos en las mejores tradiciones de composición del país. Allí el valor del viaje que proponen.
Duratierra volverá a Córdoba el próximo 6 de mayo cuándo brindará un show en el Espacio 75, del tradicional Centro Cultural de Alta Córdoba.