Un pequeño sudafricano de 6 años, inquieto, es puesto en penitencia por sus padres. El castigo consiste en no poder salir de su casa, mientras al otro lado de la ciudad cumple años uno de sus primos. Privar a un niño de ir a un cumpleaños, ese si que es un castigo. El pibe -¿ya dijimos que era inquieto?-, decide desobedecer a su madre, pero sabe que no puede ir en bicicleta porque no tiene permiso. Su madre le había dicho que necesitaba una licencia especial para usarla. El niño decide caminar casi 20 kilómetros hasta llegar a la casa de su primo cuatro horas más tarde, cuando todos se estaban yendo. Su enojo lo llevó a subirse a un árbol y pasar allí un rato largo sin que nadie pudiera bajarlo.
El mismo pibe a los 12 años se acerca, no se sabe muy bien por qué, a la obra de Nietzsche y Schopenhauer. Al terminar el secundario, ante la inexorable realidad de tener que hacer el servicio militar -obligatorio en épocas del Apartheid-, decide irse de su casa. “Yo no tengo nada en contra de servir en el ejército en sí, pero servir en el ejército sudafricano para reprimir a la gente negra no me pareció una buena forma de emplear mi tiempo”, dijo Musk años más tarde. Sus padres se separaron en 1989 y él decidió irse a Estados Unidos con su madre. En medio de la disputa su padre le había dicho que pagaría sus estudios universitarios siempre y cuando se quedara en Sudáfrica. Eso no detuvo al joven, como aquella penitencia de su madre no lo detuvo a los 6 años, y en 1992 obtuvo una beca para estudiar Administración de Empresas y Física en la Universidad de Pensilvania.
Elon Musk, el pibe sudafricano inquieto, es hoy uno de los hombres más ricos del planeta, pero también el millonario del futuro. Para algunos Musk es un nuevo Steve Jobs, otros dicen que es Da Vinci. Loco, filántropo, insoportable, arrogante, irreal con sus objetivos, dictador y soñador son otros adjetivos que recibe el hombre que a los 10 años se asombró con la Commodore VIC-20 y a los 12 vendió el primer juego programado por él a 500 dolares. En esa época el dinero que ganaba programando lo gastaba en cómics, ordenadores y juegos de rol como Dungeons & Dragons.
En 2001 lanzó la compañía PayPal, dedicada a servicios financieros y pagos vía correo electrónico. Pero su emprendedurismo no terminó en Internet. Elon Musk es sobre todo conocido por Tesla Motors, la empresa más innovadora del mundo en coches eléctricos y conducción sin conductor. Si, si eso mismo. Y vaya nombre eligió para su compañía: Nikola Tesla murió en el olvido intentando que la energía sea gratis para todos, mientras trascendía Thomas Alva Edison y su corriente continua, culpables de que hoy paguemos por la electricidad.
Siguiendo los pasos de tesla, otra de las empresas de Musk es Solar City con la cual se centra en la construcción de paneles solares de bajo costo. Elon se ha propuesto, como Tesla, darle la vuelta al sistema eléctrico tirando por los suelos los precios de la energía solar metiéndose de lleno en el ámbito de las energías renovables. Musk cree que estas energías son las bases para revertir los daños al medio ambiente y al cambio climático.
Pero el africano tiene otro sueño, y está un paso más allá de pagar servicios por internet o tener autos sin chofer. El tipo quiere llegar a Marte. Para ello, en 2003 creó SpaceX, dedicada al desarrollo de naves espaciales para llevar carga a la Estación Espacial Internacional, cohetes especialmente diseñados para reutilizarse entre un viaje y otro.
Elon Musk es un emprendedor que ve mucho más allá que los otros e invierte en terrenos inciertos, donde todos apuestan a seguro y a maximizar sus beneficios. Su espíritu inquieto lo va transformando en uno de los hombres del futuro y más que un administrador de empresas gris, es un inventor y generador de ideas que pueden cambiar drásticamente la forma de comprender el mundo.