En el articulo https://culturacanibal.com.ar/indigestion-cultural/ comentamos en lo que el stablishment y la noción eurocentrica de cultura ha transformado a lo que se llama gestión cultural. Y en el artículo https://culturacanibal.com.ar/mejor-hablemos-de-gestion-de-politicas-publicas/ acercamos una idea acerca del trabajo que los estados deberían tener respecto a la cultura. En este artículo -el que cierra la trilogia presentada- nos acercaremos a los actores que rompen la idea que se ofrece en distintas academias sobre el gestor cultural. Estamos hablando de los trabajadores de la cultura.
Gilberto Gil, al asumir como Ministro de Culturas del Brasil, definía el objeto de su cartera como “todo aquello que en el uso de cualquier cosa se manifiesta más allá del mero valor de uso. Cultura como eso que en cada objeto que producimos trasciende lo meramente técnico. Cultura como usina de símbolos de un pueblo. Cultura como conjunto de signos de cada comunidad y toda una nación. Cultura como el sentido de nuestros actos, la suma de nuestros gestos, el sentido de nuestras maneras”.
Hay actores de la cultura que no viven alejados del ritmo que imprimen los generadores de cultura -vale aclarar que es el pueblo el que genera cultura-. Hay que distinguir entre el gestor cultural y el gestor de políticas públicas en el estado -para eso hace falta un estado que proponga políticas y herramientas directrices-. Y por ello serviría también distinguir entre la imagen del gestor cultural que ha formado el stablishment y el del trabajador de la cultura que se entiende parte de un sistema en el cual los artistas y el público también son protagonistas. Es por ello que se debe pensar en los actores culturales como trabajadores en un ámbito donde, por lo general, las condiciones de trabajo están bastante bastardeadas, y pensar que estos actores deben exigirle a los estados políticas públicas.
En el mundo cultural hay un gran número de trabajadores independientes y privados que se entienden parte de un engranaje. Por ello discuten e intentan buscar soluciones colectivas. El trabajo cultural será colectivo o sólo será producción de espectáculos. Y está claro que habrá distintos beneficios buscados, según se haga desde lo privado o lo público, pero no debe confundirse la generación de espectáculos, con la generación de cultura, y esto con la generación de condiciones de acceso universal a los bienes simbólicos, las condiciones de creación y producción de bienes culturales. Esta debe ser una de las metas a alcanzar por parte de aquellos que trabajan en cultura.
No se está en contra del mercado sino de las leyes que lo regulan. Porque esas leyes las imponen los oligopolios de producción. Por ello hay una gran cantidad de colectivos culturales que trabajan para crear circuitos culturales para intercambiar, de forma solidaria, espectáculos y conocimiento relacionado a la producción de eventos. Fora do Eixo en Brasil es un ejemplo de ello, y en todo nuestro continente se refleja ese tipo de modelos.
Empezar a pensar la cultura no sólo como una fabrica de eventos o productos, sino empezar a pensar la cultura en su sentido antropológico, permitirá el crecimiento cultural. Es decir que más que pensarse solamente como lenguajes artísticos, nos debemos pensar dentro de las disputas de nuevas narrativas sociales. El movimiento cultural tiene que tener incidencia en la construcción de políticas públicas. Es decir: debemos poder distinguir entre productores de eventos y trabajadores de la cultura.