Top 40, top 10 o top 5, los nombres de Billie Eilish y de Rosalía aparecen en cualquiera de estos recuentos de hits de aquí, de allá y de todas partes. ¿Por qué centrarnos en ellas cuando hay otros nombres que se repiten y que incluso suenan de forma más rimbombante en esos charts? Porque estas dos mujeres tienen algo más, parecen haber superado la lógica industrial de “lo que está de moda”. Hay en sus propuestas un relato mucho más elaborado que un mero producto de rápido consumo comercial, aunque lo que venden sugiere eso.
Billie Eilish nació en Los Ángeles y tiene sólo 17 años, más de 2000 millones de reproducciones en Spotify y hace unos meses editó su segundo disco When we all fall sleep, where do we go? (¿Dónde vamos cuando nos quedamos dormidos?). El disco fue celebrado por Thom Yorke, Dave Grohl, Sam Smith Lana Del Rey y Justin Bieber. El rock, el pop y lo alternativo se rinden a los pies de esta piba que blanqueó que recientemente que padece el síndrome de tourette. Su segundo disco es oscuro y habla de las relaciones de los pibes de su edad. Hay angustia, ansiedad, desencanto y un muy interesante uso de la ironía, a caballo de sonidos popelectronicos, trap y hip-hop. El trabajo tiene alta dosis de bajos súper graves -casi imperceptibles al oído, pero que hacen vibrar el cuerpo, en muchos temas-, sonidos guturales y una interesante proclividad a los sonidos «rotos» y el vocoder. Las bases rítmicas de sus canciones son creaciones de su hermano mayor que acompaña en este viaje, de pop oscuro a la fama, a una Billie que -hay que decirlo- canta y rapea muy bien.
Sus videos son brillantes y grotescos. Todo el concepto es millenial, pero Billie Eilish no es sólo una reina para esta generación. No usa los sonidos actuales como packaging de un productos, sino que ofrece los sonidos y recursos estéticos del momento para ofrecernos obras de arte que hablan sobre las cosas que mortifican a la gente de hoy. Y la piba no tiene ningún prurito en ir contra su generación, pidiendo al público del mismísimo Glastonbury que se dejen de joder con los celulares durante su performance.
En su propuesta hay algo más que colores y sonidos modernos, por ello la emoción de tipos como Thom Yorke.
Rosalía por su parte es catalana y tiene 25 años. A los 15 se presentó en Tú sí que vales, un programa de concursos de canto del cual fue eliminada rápidamente. Esa vez, el jurado la empujó a que se perfeccione. Hoy la española es tendencia con su álbum El mal querer y sus colaboraciones con el colombiano J Balvin y el británico James Blake.
La propuesta estética y ética de Rosalia demuestran que antes que una niña vendiendo un producto, hay una artista. Madonna, Dua Lipa, Pharrell Williams y Pedro Almodovar, han quedados boquiabiertos con esta piba que ha logrado condensar lo moderno y lo clásico, lo folklórico y lo foráneo en su discurso artístico. Tangos, bulerias y otros ritmos flamencos se han mezclado con recursos del trap y el pop. La oriunda de Sant Esteve de Sesrovires, Barcelona, logró trasladar al formato canción la novela anónima del siglo XIV Flamenca, haciendo hincapié en la relación de dominación sufrida por la protagonista y del machismo expresado por quien pasa de ser un enamorado a un marido déspota. El mal querer es una obra de arte en 11 capítulos, que produjo de manera independiente junto a su colega El Guincho y que gracias a las millones de reproducciones de su primer corte “Malamente” convenció al mundo con su talento. Así fue que su actuación en Coachella fue una de las más celebradas de esta primera mitad de año.
Como Billie Eilish, la propuesta artística de Rosalía está acompañada de una impactante puesta audiovisual y de vestuario que han convertido a la española en una de las preferidas de diseñadores de moda que apuntan a un público joven.
Estas dos artistas son señaladas con regularidad por los medios especializados como estandartes de su generación pero, a riesgo de hacer un futurismo revocable, sus carreras posiblemente trascienden los límites de lo que está de moda aquí y ahora. En principio esta presunción se ancla en que ambas muchachas parecen tener espaldas para absorber las modas y hacer algo propio y porque sus producciones tienen fundamentos colectivos. En las obras de ambas aparecen los miedos de una generación expuesta a la realidad mediada, al goce del desvanecimiento de lo privado, pero que por otro lado levanta y encuentra nuevos mecanismos para poner en discusión violentamente temas que siempre fueron tabú como la diversidad sexual o el feminismo.
Eilish y Rosalía son las artistas de este tiempo. Por obra, por sustancia, por ética y estética, van poniendo ladrillos en el vecindario del pop inteligente y comprometido de las divas modernas encarnadas en Lady Gaga y Beyoncé. Sus propuestas y presencias le sacan un poco de ventajas a otras propuestas, también interesantes, como la de la britanica de origen albano-kosovar, Dua Lipa, por ejemplo. Ambas músicas dejan en claro que es sólo un prejuicio esa aseveración de la falta de empatía de esta generación, sino que como en muchos momentos convulsivos, lo que se están generando son nuevas formas de expresar los miedos de siempre.