El domingo 19 de noviembre, durante casi 12 horas, pudieron escucharse algunas de las bandas y artistas más importantes de la nueva escena de la música rock/pop nacional. El evento se llamó Festival La Nueva Generación y se realizó en el Castillo del Jockey. Alrededor de tres mil personas vieron una veintena de bandas, todas independientes y emergentes, los que escriben las canciones de hoy y se perfilan a futuro, en un universo donde el mainstream no ofrece mucho de novedoso. Esta escena, empujada por jóvenes compositores y músicos de distintos «palos» musicales (hubo bandas de funk bailable como De la Rivera o Váldes, pop inteligente como Juan Ingaramo, algo más pesado como Marilina Bertoldi o rock alternativo con El mató a un policía motorizado, junto a las canciones pop adolescentes de Salvapantallas o el trap de Paulo Londra), va creciendo lento pero con constancia gracias a la intención de poner el arte como bandera. Esta escena necesitaba esta foto, la de este festival bien hecho, que sirva para mostrar que hace la cultura joven actual.
La Nueva Generación parece absorber y asimilar, para utilizarlos como arma creativa, ciertas herramientas que en algún momento fueron motivo de disputa estética e ideológica: lo local vs. lo foraneo, la música para bailar vs. la música inteligente. En ese punto es que el festival se transforma en algo importante. Así como en los 80 fueron importantísimas las apariciones de Virus, Los Abuelos de la Nada o Los Twist, hoy la escena de pop nacional se ve revitalizada por un conjunto de bandas que suenan bien, que no utilizan al pop como carretera de un producto, sino para transmitir un mensaje a través del arte. Bueno, después entra en juego el tema de los gustos, sobre lo que si ya hay escrito, por suerte.
El festival pone en el radar un nuevo lugar en la ciudad de Córdoba para alojar espectáculos musicales, cerca del centro, de fácil acceso, como es el Jockey Club. El sonido fue bueno, el tiempo de las bandas en escena se respeto y la organización casi no tuvo puntos flacos. Este festival rompe con esa idea de que si no lo hace Palazzo, nadie puede hacerlo. Aquí la cosa fue realizada por un grupo de productores locales que arriesgaron para que la cosa salga para adelante. «Apostar a estos artistas es como apostar por nosotros mismos», dice Eric Davies, una de las cabezas detrás de la producción de este evento. Que a ellos les vaya bien, significa cortar amarras con estéticas e ideas pasadas para comenzar a construir un universo actual de significados y significantes a través de una movida musical que se acompaña de los tatuajes, las peluquerias, el skate y lo audiovisual.
Detrás de bambalinas todo era super relajado, cero divismo, muy buena onda. El actor joven del momento, Peter Lanzani, hizo de plomo de algunas bandas amigas. Eso también hace a la construcción de una escena, de una representación cultural de una generación, más allá del tipo de arte. Violeta Urtizberea también daba vueltas por el Jockey. Y eso está bueno, porque esos actores, esas actrices que tienen la misma edad que esos músicos, se sienten representado por estos artistas, independientes y autogestionados que están construyendo la actualidad cultual/musical del momento.
¿Cómo viene la mano? La mano viene bailable, inteligente, brillante, glamorosa, prolija y desprejuiciada. Esa es la Nueva Generación.
*Fotos de Yohana Artico Fenoglio y Mauro Bruno Kunnath