El mundo nos mira. En realidad, las mira, las admira. No crean los y las Senadoras ni el gobierno que sus ojos les apuntan, están puestos en esa marea verde que tomó las calles cuando decidió dejar de morir en manos de los hombres, en habitaciones oscuras y húmedas y en condiciones inhumanas.
Los países que creemos más avanzados en materia de legislación, derechos y civilidad las miran, porque se animaron a lo que ningún hombre hizo: tomar las calles para bailar, cantar, abrazarse, mirarse, sororizar, desnudarse, pero sobre todo, reclamar ese derecho que les corresponde, que es de ellas. El primero, el segundo y el tercer mundo las mira, desde los medios y desde las calles donde también se movilizarán otras mujeres para que sea Ley. El mundo las mira, el estado, los senadores, las senadoras, no pueden mirar para otro lado.
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