*Fuente: La Nueva Mañana
Todos los viernes de junio Toto López se presenta en Casa Grote con Memoria Itinerante, el unipersonal en el que su vida es una obra de teatro con matices varios.
La memoria construye la Patria que soñamos reza parte del título del unipersonal que interpreta Toto López. Con dirección de Susana Palomas, López pone el cuerpo otra vez en su historia, pero para convertirlo en un hecho artístico. ¿Quién no conoce al Toto como uno de los referentes de la lucha por la memoria en Córdoba? Quién no lo conozca puede acercarse a Casa Grote los viernes de junio y verlo por sus propios medios. Toto plantea en escena un mapa interno, caminando por el recuerdo y la emoción con ganas. Es un caminante de la historia social y personal con un discurso laberíntico consigo mismo. Piensa en voz alta y hace poesía con su historia que llega a emocionar.
Hace unos años al grupo de teatro Los de la Vuelta, en el cual Toto tiene un papel fundacional, se sumó a trabajar Susana Palomas y ahora tienen en cartel la tercera obra. Las dos puestas anteriores a Memoria itinerante son El Garra, obra que aborda la vida de un represor, y Voz de otros, el homenaje a Zitarrosa. Memoria itinerante surge a partir de la consigna que abraza el 24 de marzo. Toto López dice: “empezamos a trabajar el tema de la memoria y a mojarle la oreja al olvido. La memoria es una construcción colectiva”. Una manera de encarar esa consigna fue recolectar muchos textos, personajes y relatos para ir dándole forma a partir de la propia historia de vida de López como hilo conductor, desde su nacimiento en Cosquín hasta el día de hoy.
Y en esa historia hay un hecho bisagra, el cual López recuerda con nitidez que lo marcó para toda la vida. Cuando tenía 6 años vivía en Buenos Aires y su padre lo llevó a ver una obra de teatro en uno de los galpones del ferrocarril. Ver el galpón lleno de obreros ferroviarios con los mamelucos, todos sentados en fardos de alfalfa, el escenario de tablones sobre tachos y el cortinado de bolsas de arpillera lo fascinó; si bien no entendía mucho, sí comprendía sensiblemente: ese ritual de las luces, los aplausos, la mirada de los espectadores lo inundó emotivamente y le sirvió como acto de iniciación. “A los minutos de terminada la función uno de los ferroviarios se subió a un vagón y comenzó a gritar y con el paso del tiempo entendí que eso era un orador político. Al rato ya estaba la policía montada con azote en mano desactivando la mini revuelta que se había armado a partir de la obra. Esa noche no pude dormir…” ¿Y cómo iba a dormir un pibe de seis años después de semejante acontecimiento? En esa revuelta acababan de nacer las dos pasiones que marcarían su vida, el teatro y la política; dos cosas que le darían momentos de extrema felicidad así como los momentos más oscuros y tortuosos.
Memoria itinerante es ese ir y venir de la memoria: su paso por el neuropsiquiátrico, su secuestro en la dictadura, fundar su familia, el nacimiento de sus dos hijas de las cuales la mayor es abogada y fue su patrocinante en la megacausa La Perla. El trayecto de la obra pasa por la presencia del amor, cómo uno se tutea con la muerte, la noción de barrio, su padre, la policía como institución… un recorrido por muchos mojones, elegidos por Toto y Susana como una recapitulación abreviada de la historia personal de López hecha con poesía, echando mano a la memoria como un arma fundamental para no cometer los mismos errores, para crecer y ser mejores personas. Y entre lágrimas agrega un detalle: “la intensidad de la emoción de lo que uno quiere contagiar y convidar al público que va a vernos, convirtiendo cada función en una ceremonia maravillosa. No tengo recuerdo de haber disfrutado tanto en todo este proceso de creación como con Memoria itinerante. Llega el viernes y soy feliz, me sobrevienen las ganas de actuar, de conmoverme para conmover, de emocionarme para emocionar. Y voy concentrado, sereno y tranquilo a jugarme la vida en cada minuto de esa hora y cuarto que dura la obra”.
Memoria itinerante lo atraviesa como un golpe de estado a su pasado. Es el reencuentro con el Toto de la primera infancia y la juventud, con toda esa vitalidad con la que uno empieza a desandar la mandarina de la vida. Y tantas veces dio testimonio del terrorismo de estado que cada uno de los relatos hace que vuelva a pasar por el corazón y el cuerpo. Todo lo que significa revivir y remover los momentos más truculentos, de más angustia y lo tortuoso del horror, en el escenario lo revive de manera gozosa, placentera y de disfrute. Ahí se produce la alquimia en primera persona, una de las raras paradojas que el teatro tiene.
Hay un poema de Fernando Pessoa que habla sobre los poetas y esta vez cabe cambiar al poeta por actor, y quedaría así: El actor es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que de verdad siente.
Memoria itinerante
Los viernes a las 22 hs en Casa Grote (Padre Grote 1080 B° General Bustos – Córdoba)
Entrada general a $ 200; estudiantes y jubilados $ 170.
Reservas: 351 688-5301