«La mesa está servida«, decía la única línea de la obra la “La señora de Pérez” con la que una joven María Eva Duarte se abría camino en los escenarios porteños allá por comienzos de 1935, cuando solo tenía 15 años. Apenas dos más tarde, la joven nacida en Los Toldos se había convertido en una de las actrices que por aquellos años habían logrado llevar su trabajo a todos los formatos existentes en la época: teatro, radioteatro, cine y también publicidad en radio, diarios y revistas.
Pese a que su etapa como artista ha sido totalmente opacada por el gran rol de lideresa política que la convirtió en un ícono a nivel mundial, el lugar ocupado artísticamente por quién luego se convertiría en Evita tiene un peso propio importante para la historia de la cultura nacional. No eran tiempos fáciles para una quinceañera que había llegado del interior y a forjar su propia suerte en la gran ciudad consiguiendo que su cara apareciese en las portadas de las revistas más importantes del espectáculo argentino durante la Década Infame.
Evita tenía un destacado papel en el mundo de los radioteatros pero uno de los principales factores de su popularidad quizás haya radicado en sus ascendentes participaciones cinematográficas, aunque rodó sólo seis películas, cuatro de las cuales la tenían en papeles menores: “¡Segundos afuera!” (1937), “La carga de los valientes” (1940), “El más infeliz del pueblo” (1941) y “Una novia en apuros” (1942).
“La cabalgata del circo” (1945) fue su primer papel de renombre. Es la historia de un circo criollo a lo largo de los años, narrada a través de la historia de dos hermanos: Roberto y Nita Arletty, interpretados por Hugo Del Carril y Libertad Lamarque. De allí surge el inconveniente que distanció definitivamente a las actrices y del cual tanto se ha hablado y escrito durante décadas. Lo cierto es que Eva quedó tan conforme con el trabajo de su director, Mario Soffici, que lo eligió para encabezar el equipo de su siguiente largometraje.
“La pródiga” tenía destino de definitiva consagración. María Eva Duarte (así aparece en los créditos) fue la protagonista excluyente de un film que con el paso de los años parecía ser portador de algunos elementos premonitorios. En el argumento, una mujer muy rica decide repartir su fortuna entre los más humildes luego de la muerte de su marido. Salvando las distancias, la relación entre los sectores menos favorecidos y la abanderada de los humildes, obtenía un primer registro.
La película se terminó de filmar en octubre de 1945. Evita ya había decidido acompañar a Perón hasta las últimas consecuencias y había ocupado un rol central en los eventos que, el 17 de ese mes, cambiaron la historia argentina de una vez y para siempre. Cinco días después de la movilización que exigió y consiguió la liberación del entonces Coronel, Evita y Perón se casaron en Junín. Lanzado a la carrera política que lo iba a convertir en Presidente en 1946, Perón paró el estreno de la película y ordenó destruir las cintas. Cuenta la historia que una copia fue escondida en Montevideo, lo que permitió su estreno casi 40 años más tarde, en 1984.
Es posible que esa decisión de Perón le haya impedido a Evita ver la forma en que uno de sus mayores anhelos se concretaba de manera definitiva. Lo cierto es que su siguiente papel prescindió de los set de filmación para caminar el barro de la historia y hacer brotar la esperanza en un pueblo que la adoró y levantó su nombre como bandera. Cuando ella inmortalizó aquellas palabras, su faceta artística sólo era parte del recuerdo, a veces ingrato y por momentos feliz.
“Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria. Yo sé que Dios está con nosotros, porque está con los humildes y desprecia la soberbia de la oligarquía. Por eso, la victoria será nuestra. Tendremos que alcanzarla tarde o temprano, cueste lo que cueste y caiga quien caiga” dijo en aquel último discurso del 17 de octubre de 1945. Esas palabras que marcaron a fuego la vida política del siglo XX se proyectaron definitivamente a una historia que puso su nombre, también, en las carteleras del mundo entero.
Evita ya no fue actriz, pero siguió siendo protagonista. Excluyente, única, irremplazable. Sobre su figura se realizaron cientos de obras teatrales y musicales. Cientos de canciones inmortalizan algunas de las palabras o la recuerdan de las maneras más diversas y significativas. Las películas también recurrieron a su historia en reiteradas oportunidades. Difícilmente alguien pueda imaginarse qué diría aquella piba de 15 años que llegó a Buenos Aires con poco más que un puñado de sueños si pudiese ver la forma en que el pueblo la continuó amando y los directores cinematográficos decidieron personificarla.
La primera relativamente importante fue Faye Dunaway, para un telefilme que dirigió Marvin Chomsky en 1981. Gorila, en el sentido más explícito y popular de la palabra, la producción que puede verse en YouTube es un insulto a la memoria histórica de Eva y Perón.
En 1984 su figura tuvo una primera aparición en el cine argentino. “Evita, quién quiera oír que oiga” es un típico producto fílmico de la Argentina en los albores de la nueva democracia, dirigida por Eduardo Mignogna y protagonizada por Flavia Palmiero, que encarna a una joven María Eva Duarte abandonando su tierra natal para buscar sus sueños de actriz.
Entre los aspectos más recordados de esta película, que combinó la ficción con testimonios documentales de los tiempos que buscan retratarse,se destaca la banda sonora a cargo de Litto Nebbia y Silvina Garré. Versiones de aquellas canciones se han replicado a lo largo de la historia para ser utilizadas en reiteradas obras y con el paso de los años mantienen una vigencia inexorable que une esas piezas musicales con la figura de la lideresa.
De 1996 son, quizás, las dos versiones más recordadas de las Evita que retrató el cine a lo largo de la historia. Ese año, Alan Parker estrenó el musical protagonizado por Madonna y Juan Carlos Desanzo su «Eva Perón» que encarnó Esther Goris. La estadounidense es una lectura hollywoodense libre que llegó a inventar un encuentro entre Evita y el Che Guevara, protagonizado por Antonio Banderas. La producción nacional parece ser la contracara de aquella romantización propuesta por Parker, aunque no por eso menos libre en su lecturas históricas. El guión estuvo a cargo de José Pablo Feimann y está centrado en la trascendencia política de la vida de Evita en el momento más intenso de su actividad política, cuando estuvo a punto de convertirse en candidata a vicepresidenta en 1951.
Las relaciones de Evita fueron también objeto de películas como “Ay Juancito” (centrada en la vida de su hermano Juan y la actriz Fanny Navarro) y “Juan y Eva”, que inmortalizó la relación de amor entre los dos líderes populares más importante del siglo XX. En la primera, el papel de Evita está protagonizado por Laura Novoa, en la segunda, por Julieta Díaz.
Otro de los destacados en esta historia aparece en el trabajo dirigido por María Seoane, “Eva de la Argentina”. Se trata del primer film animado centrado en la figura de Evita que, estrenado en 2011 cuenta con dibujos de Francisco Solano López, nada más y nada menos que el dibujante que había inmortalizado a otro de los íconos populares de la literatura argentina: El Eternauta. Con una licencia histórica magistral, la película se desarrolla a partir del trabajo de un Rodolfo Walsh que decide investigar el destino del cadáver de Evita y, a partir de allí, desanda los caminos de su vida.
Obviamente que estas no son las únicas referencias cinematográficas y televisivas de Evita, que también fue personificada a lo largo de todo el mundo en espectáculos de danza, en musicales de Broadway, en series televisivas y en montones de obras de teatro. Todas las nombradas son películas fácilmente conseguibles en las plataformas digitales por las que suele circular material fílmico de las más diversas índoles.
¿Podría la joven María Eva que decidió salir a buscar, – y construir – su propio destino, anticipar el lugar que la historia le tenía resguardado? Jamás lo podremos saber. Pero lo tenemos claro nosotros, los que heredamos el país que supo legarnos. Y las banderas que, en su nombre, continúan persiguiendo sus sueños. En el cine y en la calle.