Evita. Grasitas con el corazón rajado

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Imagen de Portada: Miguel Rep@miguelrep

El 26 de julio no es un día más para el pueblo peronista y no pasa desapercibido ni siquiera en tumultuosos tiempos electorales o económicos, sino todo lo contrario. Se recuerda una vez más a Evita, en el aniversario de su muerte.

Rebuscando en el baúl de los caníbales, encontramos los insumos de una nota que nunca salió, en la serie de publicaciones que hicimos por el 100º aniversario del nacimiento de la abanderada de los humildes. En esa oportunidad Pao Gonzalez Rebella cuenta su promesa a Santa Evita, Cintia Mignone la recuerda en libros y repasamos las producciones audiovisuales sobre su vida y obra.

La nota inédita casi sin motivos – la publicamos ahora: los periodistas Alejandro Mareco y Claudio Orellano y el artista Gustavo Visentín, tres hombres vinculados a la cultura, reflexionan sobre la mujer más importante en la historia Argentina, la madre, la Santa, Evita.

Alejandro Mareco, periodista cultural

Persisten ardores en su nombre

Alejandro Mareco – Periodista

Eva Perón se plantó en la escena argentina resuelta a tomar la voz de las mujeres, de los trabajadores, de los condenados a ser la parte débil de una sociedad que repartía tantas injusticias como hipocresías.

Y con el ardoroso trazo de sus palabras (no hablaba con eufemismos) y la convicción puesta en cada suspiro intenso de los que le fueron devorando la vida, disipó los grises que enturbiaban las percepciones y dejó al país social y político en una brutal desnudez en blanco y negro.

El siglo al que hace un siglo se asomó Eva Perón venía amasando transformaciones. La encontró en lo profundo de la provincia de Buenos Aires, padeciendo adversidades económicas, por ser hija de la pobreza, y hasta civiles, por ser hija “natural” (fuera del matrimonio legal del padre).

Cuando se intenta explicar su acción a partir del resentimiento social, es probable que en parte fuera así: por haber sentido el dolor de esas condiciones, podía reconocerlo en otros. “He hallado en mi corazón un sentimiento fundamental que domina desde allí (la infancia), en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia”, decía.

Eva portaría el estandarte de los derechos de la mujer y los pondría junto a los de las luchas de las clases populares. Sería la interlocutora con los sindicatos, que llegaron a proponerla para la vicepresidencia.

El fuego de la pasión que la devoró y de las palabras de su razón, el amor infinito de su pueblo y el odio, también infinito, que hizo que su cuerpo de mujer muerta fuera secuestrado, ultrajado y escondido durante 16 años, hicieron de ella uno de los grandes mitos del siglo 20.

Pese a su índole de símbolo argentino, aún persisten ardores en su nombre, los de la justicia para mujeres y hombres, los del amor y aun los del odio… Esa es, quizá, su manera de seguir presente.”

Claudio Orellano, periodista, locutor y conductor

Inconmensurable

Claudio Orellano – Periodista

Tener 27 años y ser mujer en esa época era motivo suficiente de repudio.

Amada y odiada; no pasaba desapercibida. En su rol de Primera Dama desarrolla un intenso trabajo político y social, trabaja tenazmente para la adquisición de varios derechos para las mujeres, como el voto femenino, y fue la creadora de la rama femenina del peronismo.

Eva logra sacar a las mujeres de la servidumbre y las incorpora en el ámbito laboral. El trabajo social que ejerce desde la Fundación Eva Perón -mantenida con el aporte de empresarios y trabajadores- es inconmensurable, desde asistencia a los necesitados y la creación de hogares y hospitales hasta los juegos deportivos y culturales.

El otro aspecto fundamental para su popularidad pasa por el eje sindical, el carisma que poseía para conectarse con las masas trabajadoras, sus descamisados y sus grasitas, los cabecitas negras.

El dolor del pueblo no la abandonó y tampoco lo hará. Evita para muchos, como detalla Tomás Eloy Martínez, es la Santa Patrona.

Para cerrar esta historia, sería muy bueno recordar las palabras muy sentidas de una poeta que, justamente, no era peronista: María Elena Walsh.

A la memoria de María Eva Duarte de Perón, la capitana, Evita para los grasitas, para los descamisados. Evita en el corazón del pueblo.

“Eva”, de María Elena Walsh se publicó en el volumen “Canciones contra el mal de ojo” (1976).
Gustavo Visentín, cantor de tangos

Parece mamá cuando se ríe

Gustavo Visentín – Cantante

Habré tenido 9 o 10 años cuando vi la foto de los dos por primera vez. No pregunté por él, sino por ella. «Esa es Eva Perón, una maldita, esa es la que tiraba los regalos y el pan dulce desde un tren en marcha y moría la gente aplastada por las ruedas del tren tratando de agarrar un pedazo de comida» me dijeron. «Y el otro es Perón, un asesino, violaba chicas de la secundaria y después las mataba«, acotó otro tío que estaba en la reunión.

Me quedé mirando la foto del libro que estaba hojeando. De Perón no pensé nada, pero de ella sí: «Es tan hermosa y parece tan buena» recuerdo que me dije. «Tan buena y por su culpa moría gente bajo las ruedas del tren… no puede ser… es tan linda la sonrisa y parece tan buena… parece mamá cuando se ríe«.

Pasaron un par de años y volví a encontrarme con esas fotos en los textos del secundario. «¡Evita! que linda que es y que buena que parece» me dije nuevamente. Consulté a un profesor de historia de mi colegio de tradiciones patricias y reaccionarias, y también me habló barbaridades de los dos. Y yo seguía desconfiando: «no puede ser, es tan hermosa y parece tan buena«.

Hasta que allá por mis 17 o 18 empecé a buscar por mi cuenta y a leer. Y allí la encontré otra vez, con su sonrisa limpia, casi como un ángel y una madre o todo junto y más. Y me esperó, esperó a que lea, busque, creciera y la descubriera, a que día a día se desvanecieran los agravios inculcados, el desprecio, el sinsentido de un rencor que aún hoy me cuesta entender.

Allí estaba Evita, aguardando para despertar al peronista que dormía en aquel muchachito que desconfió de la palabra de sus mayores, que por primera vez no creyó posible, por más que lo dijeran sus seres queridos, que esa mujer tan hermosa, con ese semblante tan amoroso, tan plácido, con esa sonrisa tan amiga y hermana pudiera ser el monstruo que decían que era.

Gracias compañera por esperar a aquel niño y convertirlo en este hombre.

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